En
ocasiones la óptica, un rayo de sol y un momento idóneo –casual o causal-, nos
ofrecen la oportunidad de contemplar, in situ, lo que, metafórica o comparativamente
hablando, se podría definir como el
desdoblamiento de un arquetipo. Hace algunos años que tuve la oportunidad
de descubrirlo, jugando con la cámara y la perspectiva, en un lugar que además
de llamar la atención por la fascinante belleza de su entorno natural, habría
que añadirle la genialidad de una ermita románica del siglo XIII que apuntaba
ya maneras góticas, así como también la mediática aureola de misterio y leyenda
que envuelve siempre todo aquello relacionado con una orden de caballería
medieval de monjes-guerreros, que escribieron gloriosas páginas en la Historia
bajo el nombre de los Pobres Caballeros
de Cristo y del Templo de Salomón: la ermita de San Bartolomé, en el Cañón
del Río Lobos. El arquetipo en cuestión, presente en prácticamente en todo
recinto sagrado –objetiva e intencionadamente a la vista, o bien oculto en esa
dimensión geométrica en la que se conjugan espacios, volúmenes, dimensiones, diseño,
mitos y ritos-, no es otra que la estrella de cinco puntas, pentalfa o estrella remfan, cuya trascendencia arquetípica ha generado
numerosas referencias y asociaciones a lo largo del tiempo, constituyendo una
parte interesante de todo símbolo primordial, que en forma de ornamento –recojo
en esto, parte de las valiosas opiniones de Titus Burckhart- terminan
integrándose en el folklore popular. Desde este punto de vista, es precisamente
este folklore, rico y variado, el que nos ofrece, cuando menos, una visión
dual, que recoge esos dos extremos contrarios pero complementarios, puesto que
sería impensable suponer la existencia del uno sin el otro, siendo básicamente
los pilares centrales de todo mito: bien y mal, positivo y negativo, blanco y
negro, arriba y abajo, etc. Desde esta perspectiva, y como símbolo positivo,
este primigenio arquetipo –al que en algunos países europeos, se denomina pie de druida, y que además algunas
fuentes identifican como el símbolo de reconocimiento que otorgó Dios a Caín
para que se respetara su vida, después de consumar el asesinato de su hermano
Abel, siendo utilizado como distintivo por los pitagóricos o seguidores de
Pitágoras-, ha tenido una generalizada asociación, no sólo con la idea de perfección,
sino además, con la de vitalidad y salud o magicum
perpetuum.
Uno de los grandes genios del Renacimiento, Leonardo Da Vinci,
lo utilizó para representar, en su denominado Hombre de Vitrubio, la idea del Hombre
Universal, si bien es cierto que ese mismo diseño –más primitivo,
evidentemente, pero tal vez con el mismo sentido y finalidad-, sirvió,
sorprendentemente, como parte creativa de la ornamentación de una portada
románica del siglo XII que, cambiada de su emplazamiento original, se puede
contemplar actualmente en la iglesia de la Asunción, situada en la localidad
navarra de Leache. Como contrapartida negativa, su asociación con la
brujería y la magia negra, dependiendo de la inversión de su polo central, ha
desvirtuado por completo su imagen, sirviendo, así mismo y en épocas
medievales, para señalar al avaro y al judío (1), de igual manera que otros
símbolos primordiales, como la pata de
oca o runa de la vida, se utilizó
para señalar, con fines netamente discriminatorios, a un colectivo muy
particular del Valle del Baztán: los agotes. Curiosamente, la literatura
artúrica medieval –consentida, pero a la vez bastante desprestigiada por la
ortodoxia eclesial por su rica abundancia en símbolos paganos- lo utilizó, como
distintivo de uno de sus mejores caballeros, Sir Gawain, como así se narra en la aventura del Caballero Verde.
Poco menos que único en
su género –el pentaculum de San
Bartolomé, está conformado por corazones entrelazados- es un símbolo que
localizado a ambos lados del transepto de la nave, abre y cierra dos
significativas capillas: la de la Virgen
de la Salud y la del Santo Cristo de
la Agonía. Se supone, que durante el solsticio de invierno, un rayo penetra
precisamente por la estrella situada en el lado sur del transepto e ilumina una
losa del suelo, a pie de la capilla de la Virgen de la Salud, marcada con una
cruz patada. Un centro que señalaría un foco telúrico de gran intensidad, donde
generalmente la gente se descalza para beneficiarse de sus supuestos efectos
benéficos y donde, al parecer, también antaño se situaba a los enfermos,
incluidos los paralíticos, a los que se colgaba de una polea situada en el
techo. En la actualidad, dicha polea está descolgada y oculta detrás del
retablo de la Virgen. Situados en este punto, es donde se consigue el efecto
con la cámara, mucho mejor y más definido que si se hace desde el lado
contrario, es decir, desde el pie de la capilla del Santo Cristo de la Agonía. La particularidad radica en que, si bien
el cantero realizó el pentáculo con la punta principal orientada hacia abajo,
hacia la tierra, el efecto óptico, a través de la cámara consigue que ésta,
perfectamente definida, como se aprecia en el vídeo, apunte hacia arriba, hacia
el cielo. Es decir, como es arriba, así
también es abajo. Serpientes en la
tierra, dragones en el cielo. Cabe suponer, por tanto, una intencionalidad digna
de una obra de arte.
(1) Tal sugerencia, me fue realizada en el año 2010 por Laura Alberich y Manuel Gila, amigos del grupo Salud y Románico, contemplando uno de los magníficos capiteles del interior de la iglesia de San Martín, en Frómista, Palencia.
Buenos días Juan Carlos, lo tuyo con los blogs roza el vicio jajaja o el gusto, como gusto es leerte. Recuerdo hace unos años que me enviaste el desdoblamiento, como lo llamas, y aluciné con la foto. Sólo una vez he visto San Bartolomé abierta y ese día, ni luz ni sombra, tocó romería así que la iglesia estaba llena y la fiesta era el exterior.
ResponderEliminarSabes, me llama la atención que la estrella de cinco punta, cuando ilumina el interior del templo, mira al cielo, deja de estar invertida, eso es muy curioso, cuando, si la ves fuera, mira a la tierra.
Los pueblos antiguos tenían muy en cuenta la orientación de los sitios de culto y esto sin duda está hecho aposta y con mucho conocimiento.
La Estrella de Leache es impresionante, no sé como la pueden relacionar con brujas con esa carita y esas piernitas...
La estrella de cinco puntas invertida es todo un arquetipo, desde luego, como bruja que soy te diré que es la estrella del demonio rojo jeje, pero esa tradición se extiende ya en el renacimiento, la España católica es quien la da el significado brujo, pero antes, cuando se construyó su significado era otro distinto.
Los vídeos no los puedo ver... Y tras la charla, te deseo una gran andadura con el blog y que con tus palabras nos traigas todos los mitos que encuentres en el camino, que me da que son muchos. Un beso.
Hola, bruja, encantado de verte volar por este rinconcito donde, será vicio como dices, ja, ja, inicio una nueva aventura. La verdad es que ya tenía ganas de llevar un blog donde el Arte y el Simbolismo, sin encasillamientos de estilo o época, fueran lo principal. Psicológicamente, también es un reto que me he propuesto. En el fondo, sólo es un ejercicio encaminado a dejar volar la imaginación, tratando, eso sí, de disfrutar. Porque eso es lo principal: aprender disfrutando. Me comenta una amiga, Marina, que fue durante muchos años la guardesa de San Bartolomé, que este año ya están empezando a abrir la ermita. Aprovecha ahora, cuando el tiempo se asiente, y pon en práctica este pequeño ejercicio que, coincido contigo, el cantero hizo con toda la intención del mundo sabiendo o mejor dicho, aplicando el antiguo axioma de Hermes Trismegisto: lo que está arriba, es igual a lo que está abajo. Y en cuanto a nuestro peculiar hombrecillo de Leache, en otra ocasión que te des un vuelo por esas fantásticas tierras navarras, que tan bien conoces, no dejes de hacerle una visita. Una abrazo
ResponderEliminar