Refiere
una antigua leyenda que se cuenta por estas tierras de Villalcázar de Sirga y
referida al magnífico Pantocrátor (1) de la insuperable iglesia de Santa María
la Blanca, que el día del equinoccio de primavera, si se golpea el punto exacto
en el que un rayo de sol alcanza al toro, animal simbólico que representa a San
Lucas, entonces las cabezas que se encuentran a cada lado de Cristo en
Majestad, revelarán el lugar donde los templarios ocultaron su formidable
tesoro. En realidad, y si de tesoros hablamos, no será muy difícil llegar a la
certera conclusión de que el mayor tesoro templario que se puede encontrar por
estas tierras de campos –o por cualquier otra tierra relacionada con ellos-, no
es otro que la propia iglesia, único resto que sobrevive, junto con el que
fuera hospital y hoy en día reconvertido en mesón pero conservando el nombre de
sus antiguos propietarios, de la encomienda templaria establecida en el lugar,
situada no lejos de Frómista y en pleno itinerario del Camino de Santiago. La
única del Reino de Castilla, según parece, situada al norte de la frontera del
Duero y de la que queda constancia, además, de al menos uno de sus comendadores
–Frei Gómez de Patiño, que estuvo presente en el Fuero de Ceheguín de 1307-,
así como de los últimos hermanos de la Orden que la habitaron, antes de que
pasara a manos de los caballeros santiaguistas: los freires Johanni, Luce y Roderico; o lo que
viene a ser lo mismo: Juan, Lucas y Rodrigo.
Declarada Monumento Histórico
Nacional en 1919, y aunque muy afectada por los efectos del impresionante
terremoto que sacudió la ciudad de Lisboa en 1755, este formidable templo, con
planta de cruz patriarcal, según Rafael Alarcón Herrera (2), constituye,
después de todo, y tal y como se afirmaba al principio, un auténtico compendio
de sabiduría que, bien mirado, recoge el mayor legado y a la vez el mejor
tesoro que se puede encontrar. Pero lejos de tratar en la presente entrada los
numerosos aspectos que hacen de este templo un lugar pródigo en claves y
enigmas –los cuales, se posponen para mejor ocasión-, existe la intención, de
admirar y plantearse algún que otro interrogante relacionado con parte de ese
inconmensurable tesoro artístico, como sin duda son los sarcófagos policromados
que aún se pueden contemplar, en buena parte de su primitivo esplendor, en la
denominada Capilla de Santiago, obra, según parece, atribuible, así mismo, a
los extraordinarios talleres medievales establecidos en Carrión de los Condes y
alrededores, cuyos mejores exponentes se localizarían en los templos de Santa
María del Camino, Santiago, el casi irreconocible monasterio de San Zoilo, e
incluso más allá de Carrión, en lugares como Moarves de Ojeda y su iglesia de
San Juan Bautista. Los sarcófagos en cuestión, son tres, que colocados en fila
y realizados, según se cree, por un tal Pedro el Pintor, se supone que pertenecen,
por el siguiente orden, al Infante Don Felipe, hijo de Fernando III el Santo y
de Dª Beatriz de Suabia y hermano de Alfonso X el Sabio, autor, como sabemos,
de las famosas Cantigas a Santa María,
de las cuales, al menos una decena hacen referencia, precisamente, a los
milagros atribuidos a la Virgen Blanca,
titular de esta antigua iglesia de Villalcázar de Sirga (3).
Muerto
en 1274, estudió en la Universidad de París, siendo alumno de San Alberto Magno
y compañero de San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino. Su primera esposa, fue
la princesa Cristina de Noruega, cuyo recuerdo se mantiene aún vivo en otra
ciudad castellana, cercana al entorno de Santo Domingo de Silos y las ruinas
del monasterio de San Pedro de Arlanza, donde fue enterrada: Covarrubias. El
sarcófago que se encuentra a continuación, se cree que es el de Dª Inés
Rodríguez Girón, dama que fuera la segunda esposa del Infante Real, aunque
siempre ha existido una cierta confusión a este respecto, siendo numerosas las
fuentes que abogaban por Dª Leonor Ruiz de Castro, quien, al parecer, fue
enterrada, tal y como pedía en su testamento, en el monasterio de San Felices
de Amaya, cercano a Burgos (4). A continuación del presunto sarcófago de Doña
Inés, se localiza la sepultura de un misterioso personaje, del que no se sabe a
ciencia cierta quién fue, pero cuya personalidad gira, también, en torno a la
historia y la leyenda. Aunque generalmente, se piensa que en él reposan los
restos de un caballero santiaguista, de nombre Juan de Pereira, no son pocas
las fuentes que lo consideran como el sepulcro de un caballero templario, e
incluso, con el sepulcro del maestro cantero o magister murii que construyó la iglesia. Resulta significativo, no
obstante llegados a este punto, observar que el personaje labrado en la tapa
del sarcófago, mantiene un ave entre las manos. Si bien es cierto, que la verja
metálica que protege el acceso a la capilla de Santiago, apenas permite
vislumbrar qué tipo de ave es en cuestión, resulta igualmente significativa, la
presencia de una ave muy especial, la oca, representativa de las antiguas
hermandades canteriles y animal estrechamente vinculado, así mismo, con el
Camino de Santiago y el tránsito al inframundo, siendo su simbolismo rico y
variado. Este animal, figura al menos en dos escudos nobiliarios que se
localizan, uno en la propia fachada exterior de ésta iglesia de Santa María la
Blanca, y el otro, justo enfrente, en un antiguo palacio, reconvertido en Casa
Consistorial. Junto a dicho escudo, también se encuentran algunos canes de
cabezas, que probablemente pertenecieran en origen al templo. Dada la relación
del rebelde Infante Don Felipe con la Orden del Temple, en la que encontró
refugio después de los prolongados enfrentamientos con su hermano, el rey
Alfonso X, quizás no resulte tan significativo, sin embargo, el detalle de que
entre los personajes que tan abundante y ricamente ofrecen un detallado
conjunto antropológico de costumbres -incluidas las plañideras, figuras todavía
existentes hasta tiempos relativamente modernos-, situaciones y rituales de la
época, se localicen varios hermanos de la Orden del Temple, acompañando al
hermano finado en el sepelio. Tampoco hubiera sido extraño, que tales
caballeros hubieran aparecido también en el sepulcro de su mujer, Doña Inés, en
virtud de los estrechos contactos que los templarios tuvieron con las familias
más antiguas y poderosas, de las que no sólo obtuvieron suculentas rentas, sino
de las que también fueron requeridos para salvaguarda y defensa de sus
territorios, como ocurrió en Galicia, con la misteriosa bailía de Faro. Y digo
misteriosa, porque a pesar de su probada existencia histórica, aún queda por
determinar el sitio exacto en el que ésta se encontraba, no descartándose,
incluso, la famosa Torre de Hércules, precedente romano y estratégico punto de
observación.
De cualquier manera, e independientemente de los numerosos enigmas
que todavía subsisten en esta vieja encomienda, de lo que no cabe duda es de
que todavía, se mire por donde se mire, plantea no sólo numerosos retos al
investigador, sino innumerables detalles histórico-artísticos y culturales,
como para hacer de una visita uno de los más gratos atractivos del Camino de
Santiago a su paso por la provincia de Palencia. Y un dato más: ¿son
imaginaciones mías, o existe cierto parecido razonable entre la portada que da
precisamente a la Capilla de Santiago y esa otra que todavía se puede ver,
aunque a duras penas, en las ruinas del convento de San Antón, en la no
demasiado lejana población burgalesa de Castrojeriz?. Buen tema para meditar en
un futuro.
(1) Con respecto a la simbólica
figura del Pantocrátor, no olvidemos que en Palencia existen unos antecedentes
sublimes, como conoce muy bien todo aquel que haya visitado la iglesia-museo de
Santiago, en Carrión de los Condes o la de San Juan Bautista, en Moarves de
Ojeda. Por añadidura, y también por su razonable parecido, se podría mencionar
el parecido entre éstos y otro que se localiza en la catedral de Lugo, tema
que, desde luego, puede inducir a la especulación sobre el origen de los
canteros y su hacer a uno y otro lado de ambas provincias.
(2) Rafael Alarcón Herrera: 'La
otra España del Temple', Ediciones Martínez Roca, S.A., 1988, páginas 256-257.
En la página 257 y a pie de foto, Alarcón, así mismo, comenta, y lo cito
textualmente como dato para todo aquel que desee indagar más en el tema de la
leyenda del tesoro de los templarios: 'El fabuloso convento templario de
Villasirga (Palencia) conserva el recuerdo de un tesoro cuyo secreto solo
conoce el animal del Pantocrátor, llamado popularmente "cerdito sabio de
San Lucas"'.
(3) Otro de los misterios
añadidos al lugar es, precisamente, la dificultad para identificar cuál es,
entre las variadas imágenes marianas que se pueden encontrar en la iglesia,
incluida la que se localiza en la magnífica portada principal de acceso al
templo, por debajo, precisamente, del Pantocrátor al que se aludía como
señalado por la leyenda como contenedor de la clave para localizar el supuesto
tesoro de los templarios, si bien es cierto, que la mayoría de los
investigadores tienden a señalar una hermosa talla gótica, que se encuentra
dentro del recinto de la Capilla de Santiago, enfrente de los sarcófagos y
terriblemente mutilada, puesto que le falta el brazo derecho, portador del
atributo, siendo el daño, no obstante, mucho mayor en el caso del Niño, pues
aparte del mismo brazo que la Madre, le falta también la cabeza.
(4) Información obtenida de parte
de la conferencia que Cristina Partearroyo ofreció el día 10 de marzo de 1994
en el Museo Arqueológico Nacional y que se puede consultar en el siguiente
blog;
http://tomasalo.blogspot.com.es/2010/09/sepulcro-de-dona-leonor-ruiz-de-cartro.HTML