miércoles, 30 de noviembre de 2016

¿El Evangelista o la Magdalena?


'Los estudiosos del Arte han reconocido durante siglos que los maestros medievales recurrieron a los símbolos en sus obras. También reconocieron que nada aparece en sus pinturas, que no haya sido cuidadosamente puesto allí para transmitir un mensaje. La única controversia gira en torno a la cuestión de qué es realmente lo que aquellos artistas intentaron'.
[Margaret Starbird (1)]

Más de dos mil años después de unos sucesos cada día más cuestionables pero a la vez espeso mortero donde se asientan los fusionados cimientos de ese insólito, misógino y anti-sobrenatural edificio que es la Iglesia católica, apostólica y romana, su figura continúa no sólo desconcertando, sino también provocando una amplia gama de hipotéticas y polémicas reflexiones, encaminadas a iluminar ese otro lado del espejo que, como en la historia de Alicia, contiene un mundo paralelo, en cuyo fondo subyace, posiblemente, una gran verdad, escamoteada a los fieles mediante el conservador pase de verónica, acompañamiento de peinetas y banderillas, previos al estoque final de la más depurada de las ortodoxias: María Magdalena. No en vano tildada en más de un ámbito como segunda Eva, aunque más conocida, quizás, por su apodo medieval de la bella penitente o la hermosa llorona, María Magdalena se nos revela no sólo como un extraordinario mito, sino además, como uno de los personajes neo-testamentarios más carismáticos, relevantes y misteriosos asociados con la figura de Jesús, el Cristo. De hecho, de la cercanía de dicha asociación surge –dejando para mejor ocasión, sus hipotéticos desposorios con Jesús y una no menos hipotética dinastía divina y real, una vez arribada e instalada en Marsella, como refiere la leyenda dorada de Santiago de la Vorágine-, omitido por los Evangelios canónigos, la siempre discutida figura del discípulo amado y esa curiosa disociación, Magdalena-Juan –se dejan, así mismo, para otra ocasión, aquellas versiones que ven en ellos los desposados en el famoso episodio de las bodas de Canaá-, donde el Arte tiende a ser, figurativa y casualmente hablando, ese auténtico generador de polémica y controversia, hasta tal punto, que para justificar ese aspecto remarcadamente femenino que acompaña una gran mayoría de representaciones del Evangelista, se ha recurrido a la presunta juventud o lozana adolescencia del personaje en cuestión. Recurso que, contemplado desde otra perspectiva, o desde luego, desde un punto de vista notoriamente heterodoxo, no tendría otro leit motif, que el de enmascarar al más aventajado de los discípulos; aquél cuya inteligencia estaba por encima del analfabetismo característico del resto y que además, tuvo el privilegio de ser el primero en ver al Maestro resucitado: María Magdalena. El problema, es que fue mujer. Y posiblemente, con intención de que se viera este aspecto femenino, este yang complementario y apenas sin disimulo alguno, es lo que el maestro anónimo quiso dejar reflejado en este extraordinario retablo gótico que se localiza en una de las catedrales más enigmáticas y a la vez más defenestradas de todas las existentes en suelo peninsular: la de Cuenca. Un detalle, posiblemente muy bien velado, si tenemos en cuenta que Cristo y el apostolado ocupan la parte inferior y más pequeña, atrayendo menos la atención, sobre todo cuando en la parte superior, y destacando por su inconmensurable tamaño, tres personajes atraen poderosamente la atención, siendo el central, una Virgen ofreciéndole el pecho al Niño, sin duda el más relevante de todos y el que concentra todas las miradas. A los pies, diminutos en comparación, los presuntos donantes.


(1) Margaret Starbird: 'María Magdalena y el Santo Grial', licencia editorial para Círculo de Lectores por cortesía de Editorial Planeta, S.A., Barcelona, 2005, página 157.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Arte funerario: los sepulcros de Villalcázar de Sirga


Refiere una antigua leyenda que se cuenta por estas tierras de Villalcázar de Sirga y referida al magnífico Pantocrátor (1) de la insuperable iglesia de Santa María la Blanca, que el día del equinoccio de primavera, si se golpea el punto exacto en el que un rayo de sol alcanza al toro, animal simbólico que representa a San Lucas, entonces las cabezas que se encuentran a cada lado de Cristo en Majestad, revelarán el lugar donde los templarios ocultaron su formidable tesoro. En realidad, y si de tesoros hablamos, no será muy difícil llegar a la certera conclusión de que el mayor tesoro templario que se puede encontrar por estas tierras de campos –o por cualquier otra tierra relacionada con ellos-, no es otro que la propia iglesia, único resto que sobrevive, junto con el que fuera hospital y hoy en día reconvertido en mesón pero conservando el nombre de sus antiguos propietarios, de la encomienda templaria establecida en el lugar, situada no lejos de Frómista y en pleno itinerario del Camino de Santiago. La única del Reino de Castilla, según parece, situada al norte de la frontera del Duero y de la que queda constancia, además, de al menos uno de sus comendadores –Frei Gómez de Patiño, que estuvo presente en el Fuero de Ceheguín de 1307-, así como de los últimos hermanos de la Orden que la habitaron, antes de que pasara a manos de los caballeros santiaguistas: los freires Johanni, Luce y Roderico; o lo que viene a ser lo mismo: Juan, Lucas y Rodrigo.

Declarada Monumento Histórico Nacional en 1919, y aunque muy afectada por los efectos del impresionante terremoto que sacudió la ciudad de Lisboa en 1755, este formidable templo, con planta de cruz patriarcal, según Rafael Alarcón Herrera (2), constituye, después de todo, y tal y como se afirmaba al principio, un auténtico compendio de sabiduría que, bien mirado, recoge el mayor legado y a la vez el mejor tesoro que se puede encontrar. Pero lejos de tratar en la presente entrada los numerosos aspectos que hacen de este templo un lugar pródigo en claves y enigmas –los cuales, se posponen para mejor ocasión-, existe la intención, de admirar y plantearse algún que otro interrogante relacionado con parte de ese inconmensurable tesoro artístico, como sin duda son los sarcófagos policromados que aún se pueden contemplar, en buena parte de su primitivo esplendor, en la denominada Capilla de Santiago, obra, según parece, atribuible, así mismo, a los extraordinarios talleres medievales establecidos en Carrión de los Condes y alrededores, cuyos mejores exponentes se localizarían en los templos de Santa María del Camino, Santiago, el casi irreconocible monasterio de San Zoilo, e incluso más allá de Carrión, en lugares como Moarves de Ojeda y su iglesia de San Juan Bautista. Los sarcófagos en cuestión, son tres, que colocados en fila y realizados, según se cree, por un tal Pedro el Pintor, se supone que pertenecen, por el siguiente orden, al Infante Don Felipe, hijo de Fernando III el Santo y de Dª Beatriz de Suabia y hermano de Alfonso X el Sabio, autor, como sabemos, de las famosas Cantigas a Santa María, de las cuales, al menos una decena hacen referencia, precisamente, a los milagros atribuidos a la Virgen Blanca, titular de esta antigua iglesia de Villalcázar de Sirga (3).


Muerto en 1274, estudió en la Universidad de París, siendo alumno de San Alberto Magno y compañero de San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino. Su primera esposa, fue la princesa Cristina de Noruega, cuyo recuerdo se mantiene aún vivo en otra ciudad castellana, cercana al entorno de Santo Domingo de Silos y las ruinas del monasterio de San Pedro de Arlanza, donde fue enterrada: Covarrubias. El sarcófago que se encuentra a continuación, se cree que es el de Dª Inés Rodríguez Girón, dama que fuera la segunda esposa del Infante Real, aunque siempre ha existido una cierta confusión a este respecto, siendo numerosas las fuentes que abogaban por Dª Leonor Ruiz de Castro, quien, al parecer, fue enterrada, tal y como pedía en su testamento, en el monasterio de San Felices de Amaya, cercano a Burgos (4). A continuación del presunto sarcófago de Doña Inés, se localiza la sepultura de un misterioso personaje, del que no se sabe a ciencia cierta quién fue, pero cuya personalidad gira, también, en torno a la historia y la leyenda. Aunque generalmente, se piensa que en él reposan los restos de un caballero santiaguista, de nombre Juan de Pereira, no son pocas las fuentes que lo consideran como el sepulcro de un caballero templario, e incluso, con el sepulcro del maestro cantero o magister murii que construyó la iglesia. Resulta significativo, no obstante llegados a este punto, observar que el personaje labrado en la tapa del sarcófago, mantiene un ave entre las manos. Si bien es cierto, que la verja metálica que protege el acceso a la capilla de Santiago, apenas permite vislumbrar qué tipo de ave es en cuestión, resulta igualmente significativa, la presencia de una ave muy especial, la oca, representativa de las antiguas hermandades canteriles y animal estrechamente vinculado, así mismo, con el Camino de Santiago y el tránsito al inframundo, siendo su simbolismo rico y variado. Este animal, figura al menos en dos escudos nobiliarios que se localizan, uno en la propia fachada exterior de ésta iglesia de Santa María la Blanca, y el otro, justo enfrente, en un antiguo palacio, reconvertido en Casa Consistorial. Junto a dicho escudo, también se encuentran algunos canes de cabezas, que probablemente pertenecieran en origen al templo. Dada la relación del rebelde Infante Don Felipe con la Orden del Temple, en la que encontró refugio después de los prolongados enfrentamientos con su hermano, el rey Alfonso X, quizás no resulte tan significativo, sin embargo, el detalle de que entre los personajes que tan abundante y ricamente ofrecen un detallado conjunto antropológico de costumbres -incluidas las plañideras, figuras todavía existentes hasta tiempos relativamente modernos-, situaciones y rituales de la época, se localicen varios hermanos de la Orden del Temple, acompañando al hermano finado en el sepelio. Tampoco hubiera sido extraño, que tales caballeros hubieran aparecido también en el sepulcro de su mujer, Doña Inés, en virtud de los estrechos contactos que los templarios tuvieron con las familias más antiguas y poderosas, de las que no sólo obtuvieron suculentas rentas, sino de las que también fueron requeridos para salvaguarda y defensa de sus territorios, como ocurrió en Galicia, con la misteriosa bailía de Faro. Y digo misteriosa, porque a pesar de su probada existencia histórica, aún queda por determinar el sitio exacto en el que ésta se encontraba, no descartándose, incluso, la famosa Torre de Hércules, precedente romano y estratégico punto de observación. 

De cualquier manera, e independientemente de los numerosos enigmas que todavía subsisten en esta vieja encomienda, de lo que no cabe duda es de que todavía, se mire por donde se mire, plantea no sólo numerosos retos al investigador, sino innumerables detalles histórico-artísticos y culturales, como para hacer de una visita uno de los más gratos atractivos del Camino de Santiago a su paso por la provincia de Palencia. Y un dato más: ¿son imaginaciones mías, o existe cierto parecido razonable entre la portada que da precisamente a la Capilla de Santiago y esa otra que todavía se puede ver, aunque a duras penas, en las ruinas del convento de San Antón, en la no demasiado lejana población burgalesa de Castrojeriz?. Buen tema para meditar en un futuro.


(1) Con respecto a la simbólica figura del Pantocrátor, no olvidemos que en Palencia existen unos antecedentes sublimes, como conoce muy bien todo aquel que haya visitado la iglesia-museo de Santiago, en Carrión de los Condes o la de San Juan Bautista, en Moarves de Ojeda. Por añadidura, y también por su razonable parecido, se podría mencionar el parecido entre éstos y otro que se localiza en la catedral de Lugo, tema que, desde luego, puede inducir a la especulación sobre el origen de los canteros y su hacer a uno y otro lado de ambas provincias.
(2) Rafael Alarcón Herrera: 'La otra España del Temple', Ediciones Martínez Roca, S.A., 1988, páginas 256-257. En la página 257 y a pie de foto, Alarcón, así mismo, comenta, y lo cito textualmente como dato para todo aquel que desee indagar más en el tema de la leyenda del tesoro de los templarios: 'El fabuloso convento templario de Villasirga (Palencia) conserva el recuerdo de un tesoro cuyo secreto solo conoce el animal del Pantocrátor, llamado popularmente "cerdito sabio de San Lucas"'.
(3) Otro de los misterios añadidos al lugar es, precisamente, la dificultad para identificar cuál es, entre las variadas imágenes marianas que se pueden encontrar en la iglesia, incluida la que se localiza en la magnífica portada principal de acceso al templo, por debajo, precisamente, del Pantocrátor al que se aludía como señalado por la leyenda como contenedor de la clave para localizar el supuesto tesoro de los templarios, si bien es cierto, que la mayoría de los investigadores tienden a señalar una hermosa talla gótica, que se encuentra dentro del recinto de la Capilla de Santiago, enfrente de los sarcófagos y terriblemente mutilada, puesto que le falta el brazo derecho, portador del atributo, siendo el daño, no obstante, mucho mayor en el caso del Niño, pues aparte del mismo brazo que la Madre, le falta también la cabeza.

(4) Información obtenida de parte de la conferencia que Cristina Partearroyo ofreció el día 10 de marzo de 1994 en el Museo Arqueológico Nacional y que se puede consultar en el siguiente blog; http://tomasalo.blogspot.com.es/2010/09/sepulcro-de-dona-leonor-ruiz-de-cartro.HTML