Comentaba Eugene Canseliet, en el prólogo de la primera
edición de una obra inmortal, que lleva por título ‘El misterio de las
catedrales’, que hace mucho tiempo que Fulcanelli, su misterioso autor, no está
ya entre nosotros. Esto acaecía hace casi cien años, en 1925, y tanto Fulcanelli,
como las catedrales medievales, no sólo continúan siendo un fascinante enigma,
sino que, además, su ‘magia’ persiste, en cuanto, que, cual enigmáticas
esfinges insisten en poner a prueba la perspicacia del observador, desafiando,
a la vez, su imaginación.
No en vano sentó cátedra Goethe -recreador, entre otras
maravillosas obras, de la historia del doctor Fausto, personaje, que, al igual
que el mítico Apolonio de Tiana, navega en las inciertas fronteras de la
realidad y de la leyenda- cuando afirmó que los constructores de catedrales
buscaban a Dios en las alturas. Y es, precisamente, cuando se entra en una
catedral gótica, a las alturas donde hay que mirar, para presentir, cuando se
aprecian esas bóvedas, maravillosamente desplegadas en forma de velas, que uno
se encuentra en un metafórico navío -semejante a la nave que no ha de tornar,
de Machado, a los barcos solares de los faraones o incluso a aquélla otra nave,
élfica y maravillosa que Tolkien puso a disposición de Bilbo para realizar su
última travesía hacia el Oeste- capaz de transportar al Espíritu hacia
horizontes inimaginables, en una prodigiosa travesía a través de los inciertos
mares de lo Incognoscible.
Eugene
Canseliet commented, in the prologue of the first edition of an immortal work,
entitled 'The Mystery of the Cathedrals', that Fulcanelli, its mysterious
author, has not been among us for a long time. This happened almost a hundred
years ago, in 1925, and both Fulcanelli and the medieval cathedrals not only
continue to be a fascinating enigma, but also their 'magic' persists, in that,
like enigmatic sphinxes, they insist on placing It tests the observer's
insight, while challenging his imagination.
It was not
in vain that Goethe - recreator, among other wonderful works, of the story of
Dr. Faust, a character who, like the mythical Apollonius of Tyana, navigates
the uncertain frontiers of reality and legend - set the tone when he stated
that the builders of cathedrals sought God in the highest places. And it is,
precisely, when you enter a Gothic cathedral, at the heights where you have to
look, to sense, when you appreciate those vaults, wonderfully displayed in the
shape of sails, that you find yourself in a metaphorical ship - similar to the
nave that it must not return, by Machado, to the solar ships of the pharaohs or
even to that other ship, elven and wonderful that Tolkien put at Bilbo's
disposal to make his last journey towards the West - capable of transporting
the Spirit to unimaginable horizons , on a prodigious journey through the
uncertain seas of the Unknowable.
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