Leí este concepto hace muchos años, cuando la censura en España comenzaba incluso a adormilarse con las paparruchas del NODO y la Santa Inquisición parecía haberse adormilado también en los laureles, soñando, posiblemente, con el nacimiento de nuevos fuegos que continuaran alimentando las viejas y patrióticas hogueras.
La Transición, esa misma hada madrina que algunos critican hoy despiadadamente pero que ayer fue como agua de mayo para un país de voces mutiladas y sueños frustrados de libertad, abrió las puertas a que ciertas editoriales se lanzaran a la edición de ciertas obras de carácter heterodoxo y en la vieja Hesperia se comenzaran a recuperar conceptos como realismo fantástico o la España mágica.
Plaza & Janés, Bruguera o Martínez Roca fueron, entre otras, ese metafórico bastión, El Álamo, que se enfrentó con hidalguía a un muro de intolerancia, donde incluso los eminentes psicólogos del Régimen, veían todavía elevadas a los altares sus disparatadas teorías, que hasta entonces habían dado lugar a demenciales absurdos, como los promulgados por López Ibor respecto a la pandemia que él denominaba como ‘el gen rojo’.
Entonces llegaron Pauwels & Bergier, con su libro ‘El retorno de los brujos’ y con ellos, España conoció también a Fulcanelli y su ‘El misterio de las catedrales’ y comenzó a mirar a éstas y a su inmenso patrimonio histórico y cultural, con ojos de mancebo enamorado.
Muchos españoles, sin duda ilusionados, comenzaron a presentir en las catedrales un mundo alternativo –más allá de los púlpitos encendidos, donde sacerdotes exaltados todavía gritaban a viva voz el ‘Santiago y cierra España’- hecho a ‘imagen y semejanza’ del mundo celestial, sumidos en la misma y trascendente curiosidad que indujo al gran poeta alemán, Goethe, a decir aquello de que los constructores góticos buscaban a Dios en las alturas.
Y al hacerlo, comenzaron a entrever el mundo sobrenatural que en realidad se escondía detrás de éstas impresionantes construcciones, que no eran, sino el receptor que comunicaba el espíritu con la profunda voz de las estrellas.
Las catedrales de San Más Allá.
AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.
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